Resumen del ensayo
“El problema económico del masoquismo” de S. Freud Tomo XIX
Desde la introducción al ensayo,
James Strachey nos adelanta que Freud ya había abordado el tema, aunque siempre
en forma más bien provisional, en sus Tres Ensayos de teoría sexual en 1905, en
Pulsiones y Destinos de Pulsión, y con mucho mayor amplitud en Pegan a un niño.
En todos los artículos mencionados el masoquismo deriva de un sadismo anterior,
no reconociéndose nada semejante a un masoquismo primario. Sin embargo en más
allá del principio del placer, tras la introducción de la pulsión de muerte, se
nos dice que “podría haber también un masoquismo primario”, y en la obra de “El
problema económico del masoquismo” su existencia se da por cierta. Explicándola
sobre la base de la mezcla de pulsiones. Freud
muestra que ese masoquismo primario o erógeno tiene dos formas
derivadas: una de ellas, que denomina femenina, ya la había examinado en su
trabajo “Pegan a un niño”; pero la tercera clase de masoquismo, el masoquismo
moral, le permite explayarse sobre los muchos puntos que había tocado apenas
rozados en el Ellos y el Yo. Y plantear nuevos problemas en relación con los
sentimientos de culpa y la actividad de la conciencia moral.
Ya en el ensayo, Freud empieza
diciendo que el masoquismo es
incomprensible si el principio de placer gobierna los procesos anímicos de modo tal que su meta inmediata sea la
evitación de displacer y la ganancia de placer. Y nos recuerda entonces que se
ha concebido al principio que gobierna todos los procesos anímicos como un caso especial de la tendencia a la
estabilidad . Entonces, placer y displacer no pueden ser referidos al aumento o
la disminución de una cantidad, que
llamamos «tensión de estímulo», si bien es evidente que tienen mucho que ver con este factor. Define entonces los tres principios y su
relación: el principio de Nirvana
expresa la tendencia de la pulsión de muerte; el principio de placer que subroga la exigencia
de la libido, y su modificación; el principio de realidad que es el contacto con mundo
exterior.
Vuelve al masoquismo y dice que
se ofrece a nuestra observación en tres figuras:
1. Como
una condición a la que se sujeta la
excitación sexual
2. Como
una expresión de la naturaleza femenina
3. Como
una norma de la conducta en la vida (behaviour).
De acuerdo con ello, es posible
distinguir un masoquismo erógeno, uno femenino y uno moral. El primero, el masoquismo erógeno, el placer (gusto} de
recibir dolor, se encuentra también en el
fundamento de las otras dos formas: han de atribuírsele bases biológicas
y constitucionales[i],
y permanece incomprensible sí uno no se decide a adoptar ciertos supuestos acerca de constelaciones que son
totalmente oscuras. La tercera forma de
manifestación del masoquismo, en cierto sentido la más importante, sólo
recientemente ha sido apreciada por el psicoanálisis como un sentimiento de
culpa, las más de las veces
inconsciente. Las escenificaciones reales de los perversos masoquistas responden punto por
punto a esas fantasías, ya sean ejecutadas
como un fin en sí mismas o sirvan para producir la potencia e iniciar el
acto sexual. En ambos casos -ya que
aquellas no son sino la realización escénica de las fantasías- el contenido manifiesto es el
mismo: ser amordazado, atado, golpeado dolorosamente,
azotado, maltratado de cualquier modo, sometido a obediencia incondicional, ensuciado, denigrado. La interpretación más inmediata y fácil de
obtener es que el masoquista quiere ser tratado como un niño pequeño, desvalido
y dependiente, pero, en particular, como un niño díscolo. (Díscolo:
desobediente que no se comporta con docilidad.(RAE)) [Lo cual se puede ver
claramente si uno entra a las páginas de sadomasoquismo sexual en la
internet.]. Es fácil descubrir que ponen
a la persona en una situación característica de la feminidad, vale decir, significan ser
castrado, ser poseído sexualmente o parir. Por eso he dado a esta forma de manifestación del
masoquismo el nombre de «femenina», en cierto
modo a potiori [sobre la base de sus ejemplos extremos], aunque
muchísimos de sus elementos apuntan a la
vida infantil. En el contenido
manifiesto de las fantasías masoquistas
se expresa también un sentimiento de culpa cuando se supone que la persona afectada ha infringido algo (se lo deja
indeterminado) que debe expiarse mediante todos
esos procedimientos dolorosos y martirizadores.
Por otra parte, Freud dice que en
el ser vivo (pluricelular), la libido se enfrenta con la pulsión de destrucción o de muerte; esta, que impera
dentro de él, querría desagregarlo y llevar a
cada uno de los organismos elementales a la condición de la estabilidad
inorgánica (aunque tal estabilidad sólo
pueda ser relativa). Recibe entonces el
nombre de pulsión de destrucción, pulsión
de apoderamiento, voluntad de poder. Un sector de esta pulsión es puesto
directamente al servicio de la función
sexual, donde tiene a su cargo una importante operación. Es el sadismo propiamente dicho. Entonces, si se consiente alguna imprecisión,
puede decirse que la pulsión de muerte actuante en el interior del organismo -el sadismo
primordial- es idéntica al masoquismo. Después que su parte principal fue trasladada afuera, sobre
los objetos, en el interior permanece, como su
residuo, el genuino masoquismo erógeno, que por una parte ha devenido un
componente de la libido, pero por la
otra sigue teniendo como objeto al ser propio.
Dice que esto esta altamente relacionado con
el deseo de ser golpeado por el
padre, de la fase sádico-anal, que sigue a aquella; la castración, si bien desmentida más tarde, interviene en el
contenido de las fantasías masoquistas como
sedimento del estadio fálico de organización; y, desde luego, las
situaciones de ser poseído sexualmente y
de parir, características de la feminidad, derivan de la organización genital definitiva. También resulta fácil
comprender el papel que las nalgas desempeñan en el masoquismo, prescindiendo de su obvio
fundamento real. Las nalgas son la parte
del cuerpo preferida erógenamente en la fase sádico-anal, como lo son las
mamas en la fase oral, y el pene en la
genital.
La tercera forma del masoquismo,
el masoquismo moral, es notable sobre todo por
haber aflojado su vínculo con lo que conocemos como sexualidad. Es que
en general todo padecer masoquista tiene
por condición la de partir de la persona amada y ser tolerado por orden de ella; esta restricción desaparece en
el masoquismo moral. El padecer como tal es
lo que importa; no interesa que lo inflija la persona amada o una
indiferente; así sea causado por poderes
o circunstancias impersonales, el verdadero masoquista ofrece su mejilla toda vez que se presenta la
oportunidad de recibir una bofetada. Para explicar esta conducta es muy tentador dejar de lado la
libido y limitarse al supuesto de que aquí la
pulsión de destrucción fue vuelta de nuevo hacia adentro y ahora abate
su furia sobre el sí-mismo. La
satisfacción de este sentimiento inconsciente de culpa, es quizás el rubro más
fuerte de la ganancia de la enfermedad,
compuesta en general por varios de ellos, y el que más contribuye a la resultante de fuerzas que se
revuelve contra la curación y no quiere resignar la condición de enfermo; el padecer que la
neurosis, conlleva es justamente lo que la vuelve valiosa para la tendencia masoquista.
Y habla ahora del tratamiento con
los pacientes. Dice que
en cierta medida, daremos razón
al veto ,o huída, de los pacientes sí renunciamos a la denominación «sentimiento inconsciente de culpa», por lo
demás incorrecta psicológicamente, y en
cambio hablamos de una «necesidad de castigo», que nos permite recubrir
de manera igualmente cabal el estado de
cosas observado. Aquí se ha atribuido al superyó la función de la conciencia
moral, y reconocido en el sentimiento
de culpa la expresión de una tensión entre el yo y el superyó. El yo reacciona con sentimientos de culpa (angustia de la conciencia
moral) ante la percepción de que no está
a la altura de los reclamos que le dirige su ideal, su superyó.
La condición de inconsciente del
masoquismo moral nos pone sobre una pista interesante. Podríamos traducir la expresión «sentimiento
inconsciente de culpa» por «necesidad de ser
castigado por un poder parental». Ahora bien, sabemos que el deseo de
ser golpeado por el padre, tan frecuente
en fantasías, está muy relacionado con otro deseo, el de entrar con él en una vinculación sexual pasiva
(femenina), y no es más que la desfiguración regresiva de este último.
En el ensayo: “Pegan a un niño”
(1919) Freud investiga las
transformaciones de esta fantasía y se interroga acerca del significado de la misma. Surge entonces la
relación entre la fantasía y el masoquismo, el
“niño que está siendo golpeado” no es otro que el paciente mismo o,
dicho de otro modo: donde encontremos
masoquismo también se habrá de encontrar la fantasía de que “un niño está siendo azotado”. La
transformación de esta fantasía atraviesa varios estadios comenzando por: “están pegando a un
niño”, hasta culminar en: “soy amado por mi padre porque me está golpeando”.
La conciencia moral y la moral
misma nacieron por la superación, la
desexualización, del complejo de Edipo; mediante el masoquismo moral, la moral es resexualizada, el complejo de Edipo
es reanimado, se abre la vía para una
regresión de la moral al complejo de Edipo. Para provocar el castigo por parte de esta
última subrogación de los progenitores,
el masoquista se ve obligado a hacer cosas inapropiadas, a trabajar en contra de su propio beneficio,
destruir las perspectivas que se le abren en el mundo real y, eventualmente, aniquilar su
propia existencia real. La reversión del
sadismo hacía la persona propia ocurre regularmente a raíz de la sofocación cultural de las pulsiones, en
virtud de la cual la persona se abstiene de aplicar en su vida buena parte de sus componentes
pulsionales destructivos. Cabe imaginar que
esta parte relegada de la pulsión de destrucción salga a la luz como un
acrecentamiento del masoquismo en el
interior del yo. Empero, los fenómenos de la conciencia moral dejan colegir que la destrucción que retorna desde
el mundo exterior puede ser acogida por el
superyó, y aumentar su sadismo
hacia el yo, aun sin mediar aquella mudanza. El sadismo del superyó y el masoquismo del yo se
complementan uno al otro y se aúnan para provocar las mismas consecuencias. Concluye que la peligrosidad del masoquismo
moral se debe a que desciende de la pulsión de muerte, corresponde a aquel sector de ella que se ha sustraído a su
vuelta hacia afuera como pulsión de
destrucción. Pero como, por otra parte, tiene el valor psíquico
{Bedeutung} de un componente erótico,
ni aun la autodestrucción de la persona puede producirse sin satisfacción libidinosa.
[i] Bases biológicas del masoquismo:
La
investigación científica ha revelado que podría existir un tipo particular de
masoquistas por razones exclusivamente fisiológicas, debido a un
error de transcripción del gen SCN9A, que codifica el canal de ión sodio Nav1.7
utilizado por el organismo para el control del dolor. Estos masoquistas
tendrían interés únicamente en la experiencia del dolor (algolagnia), sin los
factores psicológicos, aunque se cree que su propio desarrollo personal les
conduce a distintas manifestaciones del sadomasoquismo.